lunes, 2 de agosto de 2010

MARIO SAMAME BOGGIO



Todo ser humano tiene el derecho -hasta el deber- de comunicar sus experiencias.
Más aún si ellas son de interés público y pueden contribuir al conocimiento (por ende del desarrollo) de una actividad básica para el progreso nacional. Tal creo que es , afortunadamente, mi caso.
Desde edad muy temprana convinieron en mi ánimo, apoyándose en vez de oponerse, dos irrenunciables vocaciones: la del maestro y la del ingeniero de minas.
Sobre la primera, dejé testimonio y ambiciosa meditaciones en el libro "La Revolución de la Educación" ,.cuya buena acogida no sólo me despertó gratitud hacia miles de desconocidos lectores, sino que me ha servido de estímulo para reunir en el presente volumen documentos y observaciones correspondientes a mis tareas en el campo de la minería.
Consentido sea que en este breve prólogo me refiero a susceso de índole auto-biográfica, no por considerar que ellos revisten méritos excepcionales, si por el meditado afán de convencer a quienes lean este texto de que nació "durante la jornada", como parte misma de un trabajo apasionante y apasionado.
Concluí mis estudios profesionales en la Universidad de Chile. Ello fue lógica consecuencia de haberse clausurado las instituciones de Educación Superior del Perú, valerosa y lúcidamente empeñadas en conseguir la reforma Universitaria, causa a la cual serví con natural y juvenil entusiasmo, tanto en mi simple condición de alumno como en la de delegado de la entonces Escuela Nacional de Ingenieros ante la Federación de Estudiantes del Perú, mereciendo los honores de haber sido expulsado de mi centro de estudios y casi a la par,ser electo miembro de la Directiva de la citada Federación.
En aquel último tramo del aprendizaje estundiantil en el hermano país -recalco estundiantil pues uno se convence con los años que aprender es desvelo inacabable- alterne estudios y trabajos, dada mi condición económica y por el convencimiento de que teoría y práctica son aspectos inseparables. Fui obrero de minas en etapas de vacaciones y, después, empleado en el laboratorio de la Universidad.
Al retornar a nuestro país en 1934, émpece a laborar en la ingeniería minera. Cual muchos de mis colegas conocí entonces al "Perú profundo" al de los casí inaccesibles campamentos cordilleranos: al de los proletarios quemados por el frío y los riesgos mortales. Vienen al recuerdo nombres como Huarón,Atacocha, Calpa, Parcoy, etc.
(Permitaseme decir que en el Programa Político de mi candidatura a la Presidencia de la República. el año 1963, estuvo en mi memoria y voluntad ese pregrinaje aleccionante que, por casí dos decadas, constituyó mi orgullosa y diaria manera de existir).
Posteriormente, ingresé como profesor en la actual Universidad de Ingeniería. Allí la alentadora confianza de educandos y educadores hicieron que me desempeñará como catedrático principal de Economía Minera de la Facultad de Minas, como Decano de dicha Facultad y, por último, como Rector de la Universidad.
Fue mientras ocupaba el cargo de Decano(1949) -hace casi un cuarto de siglo -y cuando, además, era delegado de la Escuela Nacional de Ingenieros ante el Consejo Superior de Minería, que fuí nombrado por el Gobierno para presidir la comisión encargada de elaborar un nuevo Código para el que hacer minero de la Nación.
Era, por cierto, una etapa crítica y descorazonante para la referida actividad, debida principalmente, a una legislación anacrónica y no concorde, por tanto, con las perspectivas mundiales y con la indiscutible potencialidad productivo-extractiva de nuestra tierra.
Al margen de toda consideración política, decidí un deber irrenunciable contribuir -en la medida de mis posibilidades- a forjar un instrumento económico-jurídico capaz de superar el dramático desafío de este acontecer, reflotando el rendimiento de una fuente sustantiva para la salud económica y financiera del Perú. Puse en tal propósito todas las energías y conocimientos a mi alcance y acepté luego, en aras de su correcta aplicación, el cargo Director de Minería del Ministerio de Fomento, cuyo condicionado y breve desempeño me cupo desde noviembre de 1949 hasta julio de 1951.
El Código de Minería de 1950, fruto de esfuerzo colectivo y consultado con las entidades pertinentes, cuyo espirítu y letra asumo en su totalidad, ha merecido -sigue mereciendo- elogios y detracciones. En verdad de verdades, más lo primero que lo segundo.
Existen, empero, cifras irrefutables que el lector hallará en el decurso de la presente exposición. Ellas demuestran que nunca antes en América latina -citando únicamente un área familiar- la minería señaló un repunte tan importante.
Sin embargo, resulta útil aclarar que la sustancia misma del Código de 1950 debe situarse dentro de las condiciones históricas de su nacimiento. Insisto en ellas: anemia productiva y magnificas oportunidades "de despegue".
Debo decir, asimismo, que nunca lo consideré "un status permanente". Cumplidos sus objetivos resultaba justa su modificación. Así lo manifesté siempre y prueba de ello está dada en mi aporte a su reciente replanteamiento.
Los capítulos que conjucionan estas páginas fueron escritos principal y fundamentalmente en el período 1945-1960. He creído conveniente agregarles una suerte de epílogo. Dos instancias lo explican la primera, los importantes, cambios producidos con el transcurrir del tiempo(recientemente plasmados en revolucionarias disposiciones oficiales); la segunda, el convencimiento de que toda indagación sería es siempre atenta a una continua modernidad, signo élástico de nuestra època tan veloz como mudable.





Minería Peruana, págs. 11-12 Mario Samame Boggio.

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