La Minería Artesanal es una actividad que involucra a no menos de 40 mil familias peruanas, provenientes de todos los rincones del país, que han encontrado una gran oportunidad para salir de la pobreza y combatir el desempleo, forjando un futuro mejor con sus propias manos. Con poca inversión, tecnología sencilla y trabajo intensivo aprovechan aquellos yacimientos que para la minería convencional han dejado de ser atractivos hace décadas.
Esta actividad toma un gran impulso a partir de los años 80 en un contexto de precios altos de los metales, alimentado además por procesos migratorios generados por la recesión económica, la crisis del agro y la violencia política. Las mejores oportunidades para su desarrollo se dieron en los yacimientos auríferos de Madre de Dios, Puno y del llamado Sur Medio (Ica, Ayacucho, Arequipa).
, tecnología sencilla y trabajo intensivo aprovechan aquellos yacimientos que para la minería convencional han dejado de ser atractivos hace décadas.
De acuerdo a cifras oficiales, la minería artesanal produce 17 toneladas de oro al año, lo que representa aproximadamente 150 millones de dólares. A esto se suma la producción de minerales no-metálicos y materiales de construcción. Estas características reflejan el gran potencial de esta actividad para contribuir a la generación de empleo, reducción de la pobreza, desarrollo local, obtención de divisas e ingresos fiscales.
A pesar de su enorme potencial, la minería artesanal enfrenta cotidianamente múltiples problemas. Lo que al inicio fueron campamentos espontáneos, hoy son centros poblados desordenados y sin servicios básicos, donde la cercanía de socavones y viviendas atenta contra la salud de sus pobladores. Al peligro del trabajo en la mina se suman los riesgos de la contaminación ambiental, sobre todo por mercurio. Una vez emitido al medio ambiente, la rehabilitación de áreas contaminadas por este metal líquido y tóxico es sumamente difícil y costosa.
Sumidos en la informalidad durante décadas, la visión de los mineros y sus familias se redujo a metas inmediatas y de supervivencia. Quedaron relegados entonces el desarrollo comunitario, la inversión en la mina y sobre todo, la organización social. El trabajo infantil es apenas uno los efectos más visibles de esta situación, pero tratándose de las futuras generaciones, es uno de los problemas que más nos debe preocupar.
Para dejar de ser el mendigo sentado en un banco de oro
La consolidación de una nueva minería artesanal formal es uno de los grandes retos nacionales para esta década.
Por primera vez en la historia peruana, a comienzos de este año se reconoció la existencia de la minería artesanal con la promulgación de la nueva Ley de Formalización y Promoción de la Pequeña Minería y Minería Artesanal. Tan sencillo como a primera vista parece, este hecho ha cambiado el mundo para los mineros artesanales.
Los mineros artesanales se encuentran ahora en la obligación y oportunidad de organizarse y convertirse en productores mineros artesanales formales. Con ello, podrán acceder a concesiones mineras propias en áreas libres o negociar con los titulares mineros existentes.
Las lecciones aprendidas en experiencias previas, como la formalización de la minería aluvial de Madre de Dios, demuestran que las posibilidades son reales. Asimismo hay casos concretos de mineros artesanales del Sur-Medio y Puno que en el pasado han logrado formalizarse. Estas experiencias permitirán ahora a muchos seguir este ejemplo, en condiciones más favorables.
Es más, la organización de los mineros artesanales en forma de asociaciones, empresas o cooperativas locales, permite su organización a nivel regional y progresivamente, a nivel nacional en forma de representaciones gremiales. Que esto tampoco es ficción, queda demostrado por las comisiones regionales de mineros artesanales ya operativas en el Sur-Medio, en Puno y en Madre de Dios.
Otro gran reto es la tecnificación de las operaciones minero artesanales. Esto no implica la incondicional sustitución de mano de obra por máquinas. Más bien, el trabajo artesanal puede y debe ser realizado en forma técnica. La introducción de molinos de bolas en La Rinconada, luego de la electrificación para sustituir los quimbaletes, es un ejemplo que demuestra que los mineros artesanales son capaces de tecnificarse.
Al cambiar las formas de trabajo, también cambiarán las restricciones económicas individuales y condiciones sociales, principales causantes del trabajo infantil. Un reto de alta prioridad es la erradicación progresiva del trabajo de menores en la minería artesanal. Por supuesto, paralelamente debe desarrollarse una oferta alternativa de opciones educativas, para que no quede la mina como única cancha de juego y escuela para la vida. Programas complementarios de atención a la niñez, atención a la salud y de desarrollo comunitario son pues indispensables.
Mejorar las condiciones de vida para las actuales y futuras generaciones de familias de mineros artesanales, requiere al mismo tiempo una adecuación de las condiciones de seguridad y medio ambiente. Los niveles de contaminación deben ser reducidos a los mínimos posibles. El reciclaje de mercurio, que en Madre de Dios es una práctica común, debe difundirse en todas las zonas minero-artesanales. Esto requiere el desarrollo de tecnologías apropiadas para cada condición específica.
Los avances puntuales mencionados, son producto de la propia dinámica e iniciativa de los mineros artesanales, apoyados en algunos casos por instituciones competentes del Estado, organismos no gubernamentales, empresas privadas y en parte, por la cooperación internacional.
Si bien el propio potencial económico del sector permite un desarrollo sin paternalismo, el rol para las instituciones competentes consiste en actuar como orientadores, catalizadores y facilitadores de este proceso. El reto específico en este momento, consiste en acelerar este proceso en bien de las futuras generaciones.
Los mineros artesanales no sólo tienen obligaciones, sino también derechos como todos los ciudadanos peruanos, pues su formalización y organización los incorpora inmediatamente en la denominada sociedad civil peruana. Pero ello también supone un reto histórico para el Estado peruano en su rol promotor del desarrollo y el bien común.
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